22 diciembre 2009

Les escribo, hijos

He traducido cartas de un misionero ruso, Mikhail Khorev, que fueron escritas en los años 80, en los tiempos de Unión Sovietica, cuando el estaba preso por el Evangelio. Esas cartas son dirigidas a sus hijos.


Les escribo, hijos
Carta 1


Les saludo, mis queridos. Me apresuro a consolarlos, pero junto con ustedes yo mismo necesito consolación. Otra vez estoy en cárcel. Y otra vez estamos separados. Cristo consolaba a sus discípulos con las palabras: “Mi paz os dejo”. Que la gente de este mundo ahorre sus tesoros, que crezcan en su poder, que experimenten los placeres pecaminosos; pero a nosotros Cristo nos deja Su Paz. Agradezcámosle por un regalo tan bello.

Queridos míos, ni piensen que sois desdichados cuando los persiguen, no piensen que son huérfanos, aunque otra vez tengo que estar en prisión por el servicio al Señor. Cristo nos deja Su Paz, y allí esta la recompensa de todos los sufrimientos!

Yo se cuanto quisieran ustedes saber todo de mi, y mas sobre los primeros días de mi captura. Comparto su preocupación y quiero compartir con ustedes algunos detalles. Pero no podría hacerlo en una sola carta, por eso sean pacientes y esperen las cartas siguientes.

Me capturaron 26 de enero 1980 en Leningrado por la casa de mis hermanas a las 00.30. Empezaba el sábado. 2 policías que estaban vigilando la casa (ustedes saben que mi casa en Kishinev vigilaban todos los días y noches), me llevaron a policía. Me pusieron en una celda, y 3 días yo estaba allí solo. Sabia, que esto significaba el comienzo de mi tercer periodo en cárcel.

Cuando entre en la celda y la puerta cerraron con candado, yo me arrodille ante Dios. Les diré como fue mi oración. Era la oración de agradecimiento. Yo le agradecía al Señor por todo: y por el camino espinoso por el cual paso Cristo, y por la amada iglesia que ya 20 siglos va por su camino. Agradecía a Dios por que El me dio no solamente la alegría de conocer la salvación, sino también la alegría en los sufrimientos por la amada iglesia, para sufrir juntos y juntos venir ante la gloria del Señor. Le agradecía a Dios por esta celda, donde hice mi primera oración preso. Oraba por todos ustedes, queridos, para que no estén muy tristes por mí, pero confiando a Dios todas las cuestiones de la vida, para siempre escogieran el camino de Cristo.

En la celda hacia mucho frio. Y aunque yo estaba vestido de invierno, igual me congelaba. Todo el tiempo tenia que estar en movimiento. Y cuando llegaba el cansancio y tenía mucho sueño, empezaba hacer ejercicios hasta el cansancio completo. Y entonces, calentándome de esta manera, rápido quitaba mi gabán y me echaba en la tarima y me envolvía en gabán así, que el servía como colcha y frazada, cubriéndome con cabeza, así rápido me dormía. Me despertaba de un frio terrible. Mis pies se congelaban. De nuevo me calentaba, haciendo ejercicios, pero ya no quería dormir. 2 horas de sueño renovaban mis fuerzas.

Más solemnemente yo pase el 27 de enero, el día domingo. Yo sabia, que en estos días me llevaran a la cárcel de Leningrado, llamada “Las cruces”. Y yo esperaba mucho esta hora. Ustedes me preguntaran, ¿por que? Cuando mi papa tenía 48 años lo arrestaron como un siervo de Cristo y llevaron a cárcel. Yo tenía 7 años. Y ahora yo llegue a la edad de mi padre y camino por sus pisadas por las mismas cárceles, y aun tal vez, por las mismas celdas..

Me acorde de mi niñez, y en especial, mi ultima conversación con mi papa, y no podía no caer a los pies de Jesús con una gran emoción, agradeciéndole por mis padres, que me enseñaron amar al Señor mas que todo en el mundo!

Cuan corto me pareció este día domingo! Lo pase en alabanzas y alegres pensamientos. Queridos míos, con ustedes también intentare a compartir la alegría de mi día dominical 27 de enero. Y le pido a Dios, que El prepare camino para mi siguiente carta, en la cual seguiremos esta conversación.


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